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martes, 10 de mayo de 2011

Ricardo Alemán: Los criminales están de fiesta


Ricardo Alemán escribe:

Quizá las distintas bandas del crimen organizado brindaron por el éxito rotundo de la movilización convocada por el poeta Javier Sicilia.

Seguramente que la tarde o noche del pasado domingo, al concluir la Marcha por la Paz, las distintas bandas del crimen organizado brindaron por el éxito rotundo de la movilización convocada por el poeta Javier Sicilia.

En efecto, el éxito que significó para los criminales, que el grito mayoritario de los marchistas haya sido a favor de la caída, la muerte, la expulsión y hasta el juicio político contra Felipe Calderón. En pocas palabras, que para la mayoría de los 60 o 70 mil movilizados, la violencia y el crimen no es culpa de los criminales, sino de Felipe Calderón.

Y probablemente a la fiesta de los criminales se agregó un brindis con algún buen vino o licor —si no es que con una raya—, porque ninguno de los marchistas por la paz reclamó la cabeza de los jefes de cárteles como el de Sinaloa, el del Golfo, Los Zetas o el del Pacífico Sur —no se diga de los jefes de las poderosas bandas de secuestradores, polleros, etcétera—, sino que miles de esos marchantes firmaron para pedir la cabeza “del criminal Felipe Calderón”; para que sea sometido a juicio político.

Y, en una de esas, la fiesta se extendió hasta altas horas del lunes, porque los jefes de las bandas criminales tenían mucho que festejar. ¿Por qué? Porque el líder de la marcha, el poeta Javier Sicilia, pidió la caída de Genaro García Luna, el secretario de Seguridad Pública —el policía por cuya cabeza los criminales han puesto precio—, como muestra de que el presidente Calderón les hace caso a los marchistas.

Y es posible que el tema de conversación entre los criminales —entre risotadas y mentadas de madre propias del festejo— haya sido el insólito de que ninguno de los 60 o 70 mil manifestantes exhibiera mantas, pancartas o grito contra los criminales. En cambio todos o casi todos pidieron la caída de Felipe Calderón. Pero la fiesta puede continuar. ¿Por qué?

Porque una porción social importante, que el domingo marchó al Zócalo, ya otorgó el perdón a los criminales. Todos saben que los tres órdenes de gobierno —municipal, estatal y federal— son incapaces de combatirlos y detener al crimen; todos saben que los Tres Poderes de la Unión —el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial— son incapaces de aplicar la ley, sancionarlos y acabar con la impunidad. Y, desde el domingo, todos saben que Felipe Calderón es culpable de todos los crímenes, lo que significa que los criminales son exonerados. Incluso por Javier Sicilia.

En efecto, porque uno de los rostros de la marcha que vimos el domingo fue el de esa porción social que prefiere ver las culpas por los 40 mil muertos de la guerra contra el crimen, no en los criminales, no en las bandas organizadas de matarifes y matones. No, esa porción social prefiere ver a Calderón como el matón, el matarife, el criminal.

En España, por ejemplo, cuándo los ibéricos se manifiestan contra el terrorismo, todos los dedos sociales apuntan a la banda terrorista ETA. En México, empezando por Javier Sicilia, y terminando por el más humilde de los manifestantes del domingo, soltaban alegres el estribillo: “Calderón asesino”, “Presidente criminal”, “gobierno de criminales”; consignas de odio, profundamente electoreras, que con dinero de quién sabe quién ha repetido hasta la náusea esa farsa llamada “No más sangre”, que no sino  el nuevo instrumento de desprestigio electoral —contra Calderón— del candidato presidencial AMLO.

Lo más curioso es que los sesenta o setenta mil manifestantes del domingo —y el resto de ciudadanos en general— se quejan de que el gobierno es incapaz de hacer bien su trabajo, de castigar a los criminales y de la impunidad que prevalecen por el ineficiente gobierno de Felipe Calderón. ¿Pero, qué creen?

Que los 60 o 70 mil manifestantes resultaron peor que el peor de los gobiernos de la derecha, la izquierda o del centro. ¿Por qué? Porque con su visión torcida de la realidad, con su miopía de que todos los crímenes son culpa del gobierno, de Calderón, lo único que consiguen es ratificar la impunidad de los criminales.

Es decir, que a los ojos de toda esa porción social que se movilizó en torno a Javier Sicilia, son inocentes de toda culpa los criminales, los narcos, los secuestradores, los matarifes y matones, los pozoleros, los que con sus manos han activado las armas que han matado a miles de mexicanos —incluido el hijo de Sicilia—, porque el verdadero criminal se llama Felipe Calderón. ¿Qué tal con la sociedad que solapa y regala impunidad? ¿A poco no es de locos?